Como especialistas en aguas termales, los establecimientos de Castilla Termal Hoteles ofrecen una amplia variedad de tratamientos para todo tipo de públicos, desde los que buscan un tratamiento terapéutico a los que simplemente quieren una sesión de belleza y relax. El circuito merece la pena, en pleno claustro, entre pareces y bóvedas, luces y sombras. Incluye un masaje para los sentidos, diferentes a los que he probado hasta ahora (y son unos cuantos).

Sobre una piedra de mármol caliente y húmeda, te vuelcan agua a cubos, estiramientos, amansamientos, media vuelta y más agua, nuevas maniobras relajan tus músculos y deleitan tu memoria, acabando con todo rastro de estrés.

La jornada continúa con una cata de vinos en la Dehesa de los canónigos, una bodega nacida de una bonita historia de amor, que igual algún día me animo a contar. Sus dueños nos invitaron a conocerla, nos contaron cada uno de sus secretos para conseguir uno de los mejores vinos de la zona y, nos invitaron a firmar en uno de sus barriles, como auténticos padrinos de la añada. Fue muy emocionante.

Por supuesto, el día concluyó con una cena. Pero no en su restaurante, buenísimo por supuesto donde comimos al medio día, El Compás, sino en una suite íntima y personal donde pudimos estar amigablemente el grupo de periodistas, picando y charlando, cotilleando en petit comité porque este hotel balneario no es ‘solo’ un lugar donde comer y disfrutar, dejarte mimar y descansar, empaparte de siglos de arte y cultura, pasear a pie o en bicicleta por un entorno rural que evoca calma y paz o visitar las mejores bodegas de la zona. Además, cuenta con experiencias adaptadas a todos los gustos y necesidades. Para padres y niños, parejas, segunda juventud, despedidas de soltero@s, entre aguas y viñedos…

La nuestra probablemente fue ‘periodistas en busca de excusa para liberarse del estrés escriben sobre belleza, turismo, salud, gastronomía, vino… y charlan como inspiración’. Un bonito paréntesis en el estrés diario, muy recomendable.