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Un laboratorio natural en La Toscana

Un laboratorio en la Toscana

 

Estamos de vuelta, sí, ya sin marcha atrás. La buena noticia es que hoy, 1 de septiembre, es viernes, así que podemos hacer como que ‘todavía no’, queda el finde, el lunes empiezo. La mala es que si el lunes de verdad aterrizamos de nuevas, el impacto puede ser tremendo. Así que yo, personalmente, prefiero hacer como que el curso empieza el viernes, en plan tranqui, tanto que ya estoy pensando en la próxima escapada, que espero no sea dentro de 11 meses, me vale con un puente o un finde largo antes de Navidad.

No me importa incluso algún viaje de trabajo como el de hace unos meses a Sansepolcro, sede de Aboca, expertos en productos de origen natural y biológico.

Una marca que apenas conocía y que su descubrimiento me abrió un nuevo mundo de sensaciones, todas ellas muy saludables. Ya sabéis lo amante que soy yo  de los productos naturales, pero también siempre me gusta andar con cautela, porque muchas veces ni son tan naturales como dicen ni tienen la eficacia adecuada para lo que nuestro cuerpo necesita.

Quedé prendada de la expresión ‘producto sanitario‘ que son aquellos utilizados para la prevención, control, tratamiento o alivio de una enfermedad regulados por la ley en la Unión Europea. La diferencia clave con los medicamentos tradicionales es que un producto sanitario actúa fundamentalmente de forma mecánica, frente a la acción farmacológica del medicamento tradicional, es decir, que actúa con el cuerpo en lugar de tener un efecto químico en las células humanas.

Como digo soy una apasionada de lo natural, pero sin obsesiones. Me gusta prevenir males y solucionar patologías sencillas evitando en la medida de lo posible analgésicos y antibióticos químicos. Creo que hay que dejar al organismo actuar por sí mismo, aprender a defenderse, autoregenerarse. Pero sin paranoias, soy consciente de que ante problemas serios, infecciones, enfermedades, me alío a la medicina tradicional sin contemplaciones. Pero hay un paso más allá de la naturaleza, no basta comer flores, las sustancias naturales son necesarias para la salud pero han de ser utilizadas con métodos científicos y tecnologías modernas, sin necesidad de llegar a la química de síntesis. Ese es el secreto de Aboca, mezclar naturaleza con ciencia y tecnología.

Mientras la química actúa en el cerebro, cerrando interruptores para que el organismo deje de responder a un estímulo provocado por la enfermedad (por ejemplo, la medicina tradicional corta la tos), las plantas protegen la zona afectada (en el ejemplo, la garganta) hasta su curación. La clave está en conocer el organismo para desarrollar el producto adecuado a cada patología. Lo que me sedujo del grupo Aboca es que están presentes en toda la cadena, desde el estudio del cuerpo, la investigación fitoquímica, el cultivo biológico, hasta la información al farmacéutico, médico y consumidor y venta del producto final, 69 líneas naturales que cubren 62 necesidades de salud.

Porque no es solo cuestión de plantas, sino lo mejor de cada una, que puede encontrarse en su raíz, hoja o tallo, en sinergia con tecnología punta para evitar degradación, milimetrar la cantidad adecuada de producto activo.

Su secreto: 40 años investigando el mundo de las sustancias vegetales con una clínica rigurosa para no ser una medicina alternativa, sino afín y coherente con la tradicional. Todo en beneficio del bienestar del organismo, dentro de un concepto de equilibrio cuyo fin es mejorar las condiciones fisiológicas de la persona sana. Gracias a modernas técnicas de extracción, producción y análisis, obtienen de las sustancias vegetales complejos moleculares capaces de tratar patologías.

 

Un lugar para escaparse

En fin, que me voy por las ramas, nunca mejor dicho; el caso es que para descubrir las entrañas de estos productos sanitarios obtenidos de la naturaleza, descubrir dónde cultivan y seleccionan su materia prima, cómo fabrican sus productos, las distintas fases de producción a través de métodos analíticos innovadores y cómo es el complejo gran mundo de este grupo, nos trasladamos a su lugar de origen, entre Toscana y Umbría. Que en realidad era el tema de este post, recordar una escapada de esas que aunque sean de trabajo, suponen un respiro entre verano y verano. Y recomendaros un lugar que más allá de investigación y ciencia, merece la pena visitar para desintoxicarse de exceso de trabajo, estrés y agobios. Ya sabéis que esto no es un blog de viajes ni pretende ser una guía de la zona, solo mostrar de vez en cuando algunos lugares bonitos que por su belleza, interior y/o exterior, nos impresionaron.

 

San Sepolcro

Su nombre viene, lógicamente, de la sagrada reliquia, un fragmento del sepulcro de Jesús, que allá por el siglo X llevaron y enterraron unos peregrinos. Es una encantadora ciudad medieval, que se pasea en un momento, un lugar acogedor donde apetece callejear y fotografiar cada piedra.

 

 

 

 

Imprescindible la visita al Museo de la Ciudad y a la catedral románica de San Juan Evangelista, con pinturas de artistas renacentistas del lugar, Perugini y Piero della Francesca. Por supuesto, Aboca Museum, en el Palacio Bourbon del Monte, dedicado al mundo de las hierbas, un viaje al pasado de las plantas medicinales, herbarios, libros de botánica, antiguos morteros. Los laboratorios de antaño fielmente reconstruidos, repletos de curiosidades.

 

 

Camino de San Francisco de Asís

Otro descubrimiento; quizá porque no soy muy devota, pensaba que Santiago era prácticamente el único que tenía camino. Y no, desde La Verna hasta Asís, unos 180km,  el camino de San Francisco pasa por los lugares más importantes en la vida del Santo. Por supuesto yo no lo hice, escapadas relámpago y de trabajo, no dan para tanto, pero sí para tomar apuntes de nuevos viajes, descubrir, aunque solo sea por unas horas, paisajes idílicos y de paso disfrutar de un reconstituyente baño de bosque (de los que algún día os hablaré, pues se están convirtiendo en una terapia de moda) y visitar el Santuario de La Verna, donde San Francisco recibió los estigmas.

 

 

Unas horas en Roma

Y como despedida, ya que el avión nos esperaba en la capital italiana, no me pude resistir a visitar la Fontana de Trevi, a la que hacía tantos años que no veía que pensaba que no cumplía sus promesas. Pero sí, allí estaba y, repitiendo el sortilegio, porque Roma siempre merece una nueva visita, aunque solo sea por pasear unas horas y tomar una pizza.

 

 

 

 

¿Verdad que con ilusiones como esta empezar el curso cuesta menos? ¿Cual es tu motivación para una ‘vuelta al cole’ sin trauma?

 

 

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