El camarote de las hermanas Mart
¡Vacaciones! Este año, travesía en velero. Una semana rodeada de mar, sol y brisa a todas horas. Experimento la protección en mi propia piel ¡ya era hora!
¿Por dónde empiezo? 15 días antes de ponerme en marcha, cosmética oral. Además de seguir una dieta rica en carotenos, un suplemento en forma de vitaminas nunca viene mal, casi diría que es imprescindible teniendo en cuenta que la exposición va a ser por partida doble. En el mar, la incidencia del sol no viene sólo del cielo, los rayos se reflejan en el agua, desde donde nos vuelven a atacar.
Por eso he decidido apostar este por año añadir a la nutricosmética un preparador solar en forma de suero. Tan Preparer de Lancaster (30,75 €). Empecé a usarlo igualmente 15 días antes de embarcarme, mañana y noche. Después de limpiar la piel y bajo mi producto de cuidado diario. Enriquecido con extracto de té blanco y derivados de la vitamina E y C y otros potentes antioxidantes, refuerza las defensas naturales de la piel. Contiene además extracto de soja, un agente antienvejecimiento que ayuda a reforzar la calidad de la piel y aumenta la resistencia cutánea.

Mi piel iba bien preparada. Y una vez allí, alta protección de la mañana a la noche. No bajé la guardia ni un día. Escogí La Bioesthetique, con sustancias activas testadas clínicamente, en altas dosis, para una protección óptima. Antes de salir del camarote ya me había aplicado una generosa capa por rostro y cuerpo y cada dos horas, me volvía a aplicar, aunque tengo que decir que para no correr riesgos la mayor parte del tiempo opté por lucir prendas vaporosas, muy finitas y fresquitas, incluso de manga larga y por encima de la rodilla. Me encantan, son cómodas, disimulan curvas y la mejor protección.
Y efectivamente, el sol no me ha dado ningún problema. He vuelto con la piel bronceada en su justa medida, jugosa, luminosa, ¡sin una sola mancha! Pero en un barco, hay otros riesgos aparte del sol…
¿Queréis conocer mi experiencia?
Rosa, Olga, María y la que suscribe, las hermanas Martínez, junto a dos sobrinas adolescentes y dos cuñados que pasan la cincuentena, nos embarcamos rumbo a Ibiza, desde Tomás Maestre, para qué más cerca. Un cuñado, murciano para más señas, con su título de patrón recién sacado del horno, no se le ocurrió mejor idea que juntarnos a todos en el Nuberu 2, un velero de 12 metros de eslora con más puertas de las que uno es capaz de abrir y cerrar en toda su vida.
Nuestra toma de contacto con el patrón del barco, el veterano, David, fue entre cajas de víveres a las que no daba crédito. Yo, fiel seguidora de todos los manuales, hice acopio de comida para tooodos los días a lo que se sumaba desayunos a la carta; con leche entera, descremada, semi y de soja, café y descafeinado, infusiones, cacao, barritas de cereales, tostadas, miel, mermeladas, galletas varias (de chocolate, de canela, de naranja…), azúcar, sacarina, aceite, tomate…
También había tentempiés para media mañana y media tarde; y por supuesto aperitivos, dulces y salados, frutos secos, quesos, variantes, vinos tintos, blancos, vermut… encurtidos, ahumados, boquerones en vinagre… Y alcohol («en un barco no puede faltar el ron», «yo prefiero gin tonic», «el whisky lo pongo yo»…) con sus respectivos refrescos para combinar: colas, tónicas, limón, algunos sin burbujas, y agua, muuuucha agua, agua para todo, incluso con gas.
Cajas y cajas atravesaban la pasarela a toda velocidad porque había que vaciar los coches para ir a a comprar lo fresco: ensaladas, pan (del día, de molde, tostado, picos…), fruta… David no daba crédito, «no va a caber todo». «Tú tranquilo, ya lo coloco yo». Por supuesto cupo todo (retos a mí). Aquí las latas, aquí el pan, aquí el vino (abre puerta, cierra puerta)… Salimos dos horas antes de lo previsto.
Como la travesía era larga y nadie sabía cómo podía afectarle el tema, hubo reparto general de pastillas antimareo (con cafeína, sin cafeína, chicles… a gusto del consumidor) y bocadillo de jamón, «hay que comer pan y nada de lácteos» decía el manual. «¿Para eso hemos estado 5 horas comprando?». Los chicos no entienden nada.
Esa noche había luna llena, la mar estaba calma, la temperatura agradable. La aventura había empezado.

A la mañana siguiente la luna se había escapado dejando olas de 2 metros y un viento de hasta 24 nudos. Al menos eso era lo que decía David. Nosotros lo traducíamos en un movimiento insoportable y en retirar al que estuviera vomitando en ese momento por la borda para ponernos nosotros. Al principio da un poco de miedo eso de agarrarse a la cornamusa y sacar medio cuerpo fuera para evitar que el vómito entre en el barco (y te pegue en la cara, básicamente), pero después de 3 o 4 veces lo haces con una facilidad increíble («deja que ahora voy yo», «date prisa que me toca», «que no aguanto»…)
Fueron un par de horas moviditas, pasadas las cuales algunos se calmaron, otros no pudieron parar hasta que el mar volvió a la tranquilidad, horas después.
Hay que decir que no a todos afectó el mareo. Una de las adolescentes decidió que no saldría de la cama hasta llegar a tierra. Uno de los cuñados pasó tanto miedo que no pudo ni marearse; firmemente agarrado a las barras laterales del barco, decidió que no le compensaba si para ello tenía que soltarse.
David tampoco se mareó, pero no sé si por marinero experto o porque estaba muy entretenido en achicar agua. Sí, en los camarotes y en el salón entraba agua, y nuestro capitán no sabía por qué; no localizaba la avería, lo cual ‘daba mucha tranquilidad’ al personal verle en la bodega cada 15 minutos, con el agua por debajo de las rodillas, sacando cubos.
Lo bueno de las pastillas para el mareo es que aunque no funcionen para su cometido, te aportan un estado zen que hace todo mucho más llevadero. La más pequeña del grupo, con sólo 11 años, cuando decidió dejar de vomitar, miraba todo ‘prozaicamente’: una de sus tías vomitaba sin parar, la otra le quitaba la manta entre tiritonas, el barco se llenaba de agua… Incluso cuando el recién inaugurado patrón se puso a gritar como loco «hemos perdido el rumbo, David (quien estaba abajo buscando la avería), vamos a la deriva«. Y efectivamente (para algo sirve el título) el velero se puso a dar vueltas sobre sí mismo.
Y su otro tío, con las muñecas ya blancas de tanto apretar la barandilla, decía «¿Pero dónde se ha metido este hombre?». El barco no llegaba a los 13 metros, pero la sala de máquinas debía estar en el ala oeste, porque allí no subía nadie. Pero como digo, ahí estaba la más chica, con las piernas cruzadas sobre la banqueta, mirando la situación como si de una peli se tratara.

Y subió David que, con la cara blanca dijo «¿Pero qué pasa ahora?»
Tengo que reconocer que ahí me empecé a preocupar. Yo nunca he leído en los periódicos: «grupo de turistas alquilan un barco para ir a Ibiza y mueren ahogados», y a mí esas cosas me tranquilizan, no voy a ser yo la primera. Pero cuando en un barco entra agua, el capitán no sabe por qué, y de repente el barco se pone a dar vueltas como si de una atracción de feria se tratara y el patrón desencajado pregunta qué es lo que pasa… Surgen dudas.
Pero como podéis imaginar, y por eso os lo cuento, al final todo se solucionó. Llegamos al puerto de Formentera donde arreglaron el barco y a partir de ahí toda nuestra preocupación fue, ahora sí, protegernos del sol.

vir
07 Jul 2014Madre mía estaba intrigadisima conforme iba leyendo,jajaja
y después de esa aventura os quedasteis con ganas para una segunda parte !!!
Kala
05 Jul 2014Qué mal lo debisteis pasar, pero, cómo me he reído. Muy bien narrado, con mucha emoción y sentido del humor. Para cuándo el reporte de tu viaje marinero de este verano en Almería?
Mayte Martínez
05 Jul 2014habrá una segunda parte, sí señor, pero de momento os dejo con los preparativos https://bellezaerestu.com/bienestar-2/nos-vamos-de-travesia/
Romina
01 Mar 2014Reíros, reíros, pero todavía hay algo más gracioso. Este año quieren repetir.
Mayte Martínez
01 Mar 2014Sí, con el mismo barco, patrón y grumete. A eso se le llama tropezar dos veces en la misma ‘¿agua?’
Sandra
01 Mar 2014Jajaja… muy bueno, me he reído, pobres, qué mareo y qué viaje…
muebles hosteleria
28 Ago 2013Genial post. Gracias por publicarlo…Espero màs…
Saludos
Carmen
29 Jul 2013Menuda aventura, pasados los días, en clave de humor. MUY BUENO
Mara
28 Jul 2013Uffff, menuda aventura!!
A mi que me da mucho respeto lo de montar en barco, no se yo si no hubiese saltado por la borda…. 🙂
Eso sí, los momentos en los que se disfruta, tiene que ser genial.